El Día que Sarmiento se Enamoró de La Plata

Cuándo en noviembre de 1882 se fundó la ciudad de La Plata, la mayoría de los políticos nacionales se oponían al proyecto del Dr Dardo Rocha. Uno de estos personajes fue ex Presidente Domingo Sarmiento, pero con el paso del tiempo pudo conocer la ciudad de La Plata y se enamoró perdidamente. Sumergido en su asombro, no solo nos dedicó todo un texto, sino que además comparó orgullosamente su consumo de opio y sus viajes por el Mundo.

Sarmiento en el Contexto Político

El ex Presidente Sarmiento es uno de los personajes históricos más complejos de la historia nacional. Por un lado era una persona extremadamente inteligente que amaba el conocimiento y el progreso de la civilización. Hoy en el siglo XXI muchas de sus ideas nos pueden parecer crueles e inhumanas, pero en el siglo XIX era una mente comparativamente progresista (1). Pero su contracara era una persona extremadamente provocadora para expresas sus ideas, incluso de manera verbalmente violenta y vulgar. Encima a mediados del siglo XIX había una intensa lucha intelectual dentro de las ciencias, por lo cual Domingo Sarmiento a veces apoyaba una postura y luego la cambia sin ningún problema porque detrás de su ira también había muchísima autocrítica racionalista.

Cuándo en 1870/80 definía el retorno de guerra civil, Domingo Sarmiento forjó una alianza nacional entre el General Roca, el Dr Dardo Rocha, Juárez Celman y Manuel Pizarro para terminar con las luchas armadas. Dos años más tarde estaba completamente peleado con todos. 

Peor aun, Sarmiento estaba convencido que para pacificar la nación había que construir una nueva Capital Federal en la Isla Martín García bajo el nombre “Argirópolis”. Es decir que la idea de fundar la ciudad de La Plata lo contradecía por todas partes. Su enojo lo llevó a ser uno de los grandes ausentes durante la fundación del 19 de noviembre de 1882.

Mientras Sarmiento estaba encerrado en su enojo contra Dardo Rocha, el Gobierno Nacional de Argentino Roca ahoga el presupuesto educativo de la Provincia de Buenos Aires e impulsaba una campaña de desprestigio contra la ciudad de La Plata. Tanto Roca como Celman hicieron todo lo posible para que la capital bonaerense no prosperara, incluso la apodaban “La Ciudad de las Ranas” o la comparaban con un desierto.

Cuando Sarmiento se enteró que la pelea "Roca vs Rocha" impedía la construcción de escuelas públicas explotó en defensa la ciudad. Primero la visitó y se comprometió a conseguir nuevas maestras, y luego fue contra e Gobierno Nacional. En el medio nos dejó una emblemática crónica de su pensamiento. No solo salió a defender y exigir la construcción de un Colegio Nacional como establecía la Ley, sino que además terminó maravillado por la modernidad. Comparó la ciudad de La Plata con la gloria de Egipto, Europa y de los EEUU. Literalmente hablando se había enamorado de la ciudad.

Ensayo "La Plata"

El siguiente texto llamado “La Plata” fue publicado en el diario El Debate, Buenos Aires, 11 de noviembre de 1885. 
También fue republicado en la prensa El Nacional de 1886.


Volvamos a La Plata. ¿Se ha embriagado con opio alguno? ¡Pues yo sí, que todo lo he probado! Una sensación deliciosa de bienestar, en medio de una iluminación espléndida que no viene del sol pues no tienen sombra los cuerpos; sin duda que se dilata el espíritu, puesto que las calles angostas, tortuosas, los edificios de azotea, las calles pantanosas no proceden sino de la limitación de los tamaños, de la conciencia, en el sentido común. El teriaki ve ciudades con monumentos de una cuadra de alto como las Pirámides de Egipto, y puentes gigantescos, como el de Brooklyn ahora construidos por un teriacky.

Y bien, cuando me he paseado por las calles ya bulliciosas de La Plata, me he persuadido, no que yo haya bebido opio ese día pues no hice disparate ninguno, sino que todo allí, gobierno, pueblo, ingenieros, hacían la mañana con opio, y hacen todo desmesurado, colosal, como para un pueblo de gigantes. Comprendo al ver aquellos edificios en construcción, aquellas casas ya habitadas, que les están quitando los andamios como los hilvanes al vestido que estrenamos, la sorpresa de Dickens al desembarcar en Nueva York y ver niños jugando ya en la calle y algún chicuelo mamando prendido al seno de la madre. ¡Imposible! decía, que hayan nacido aquí, si no ha habido tiempo, tan lustrosas están las cerraduras, tan de fresco pintadas las puertas, tan sin acabar de rematarse los edificios; están en la vereda los cajones vacíos de los muebles recién armados.

La Plata ofrece este mismo espectáculo. Las minas de oro o de plata están presentando iguales, en lugares donde un año antes solo cazadores habían penetrado en los Estados Unidos. Encuentran un filón de metal que excita el hambre, y en la noche los aventureros se han arreglado de modo que amanezca ardiendo el fuego en los hoteles: hay casas de remate, un metodista predica parado sobre el tronco de un árbol, hay posta y se están clavando los postes del telégrafo a la más próxima ciudad, a donde se piden casas hechas, y una iglesia que debe armarse para el domingo siguiente.
En La Plata vamos a tener catedral que deje atrás a la marmórea de Nueva York, construida (ocho millones) con oblaciones públicas, y una partida que daba la municipalidad, (el ring) de ladrones en cambio de los votos de los irlandeses. (No se enoje Mr. Mulhall que aquí los irlandeses no votan, porque son de Inglaterra) “Para la patria y no para Portugal”, como se enseñaba a los loritos en tiempo de la princesa Carlota.

¡Qué majestad la de los edificios públicos de La Plata! Este es su defecto, y acaso la herencia que traemos de nuestros antepasados, como aspiración; pero lo que nos muestra los progresos que la educación pública ha hecho en tan corto tiempo, es que en todo se ha realizado cuanto se concibe de más acabado y reciente en la economía de las ciudades: luz eléctrica, calles anchas, boulevares, avenidas, diagonales, adoquinados, veredas de cuatro a diez varas; bosques que parecen seculares por lo sombríos, dan solaz, sombra y recreo a las puertas de la ciudad encantada; como monumentos, palacios para el Museo antropológico que ya es uno de los primeros del mundo, enriquecido con doscientas muestras de lasrazas americanas. Siéntese el visitante de Buenos Aires en el mundo que ha soñado, porque La Plata es el pensamiento argentino, tal como viene formándose e ilustrándose hace tiempo, sin que nadie se dé cuenta de ello… (...)

Los monumentos de La Plata están ya poblando y accidentando el horizonte, habitados unos, rematándose otros; pero de su conjunto, de las calles que disimulan su correcto empedrado bajo una capa de conchilla (¡que Dios haya la vista de los transeúntes!), de sus estaciones que repiten en doscientos metros de largo aunque en dos filas el Louvre de París, y de las líneas de palmeras de las calles y plazas, y del bosque sombrío que media entre el puerto y la ciudad, se produce una sensación única hoy en la tierra, sin la grandeza de los tamaños y de la distancia, con los detalles de los edificios públicos y privados entre los cuales no se encontraría una muralla vieja, un techo desvencijado, nada que no haya nacido ayer, bajo plan y dirección.

Los palacios de los reyes suelen estar empujando las chozas de los miserables y los grandes progresos realizados solo sirven para mostrar las enormes deficiencias, como si allegáramos la luz a rincones oscuros, húmedos y hediondos, donde se cobijan inmundas alimañas. Es hoy opinión recibida que el Egipto, con su pasmosa civilización, anterior a toda cultura humana, es sin embargo colonia de algún otro pueblo desconocido, prehistórico; porque la Pirámide más perfecta, más alta, más matemática es la primera que se ha ejecutado, siendo las otras casi degeneración de aquella. Sucedería lo mismo con La Plata; si hubiéramos de contemplarla un siglo después. Todo en ella por sus perfecciones, sus formas, su necesidad, acusaría un pueblo anterior que vino al Río de la Plata, tomó la tierra en la Ensenada internándose, fundó a Pérgamo como los troyanos al paso, o como Eneas la Roma, para poder verla en el Poliorama del Retiro. Aquello será también una vista de Poliorama.

¿Cuántos habitantes cuenta La Plata? La estadística de veinte y siete mil. Antes de que se imprima habrá treinta mil. ¡Imposible! Todo lo que sucede aquí es imposible; ¡pero así resulta del censo que se está levantando! Diga lo que quiera el censo, el Presidente, oído el informe de su bibliotecario, no ejecutó la ley del Congreso que mandaba crear un colegio nacional en La Plata, como en toda ciudad que se reputa, por no haber como mil habitantes, y no tenemos colegio nacional que tiene Jujuy con tres mil o cuatro mil habitantes y Rioja con cinco mil, San Luis cinco mil si los tiene; pero como es imposible que un Ejecutivo no ejecute una ley cuando su oficio es ejecutar aun contra informe de bibliotecario, es imposible también que Jujuy tenga tres o cuatro mil habitantes y tenga Colegio, sin que se haya puesto veto al ítem del presupuesto. ¡Doblemos la hoja! La Plata esta dominada de un espíritu hostil, que impide que el presidente venga y vea por sus propios ojos. El bibliotecario consultó naturalmente el censo de 1869 y encontró Ensenada con 575 habitantes y dándole de barato Tolosa, y lo que habrá andado desde entonces, el bibliotecario cumplió con un deber estricto de bibliotecario, que cita el texto y la página de un libro a su custodia y no va a visitar aldeas en construcción, lo que no entra en sus funciones. El Presidente no necesita saber geografía instantánea, a la minute como dicen los franceses, o a la minuta como dicen los fabricantes de tarjetas o de reputaciones oficiales.

Me despido de La Plata revivido, reconfortado, pues antes de ver lo que somos, y poder conjeturar lo que seremos cuando se acaben de derrochar las tierras públicas, ya que no podemos derrocarlas, dudaba de la fuerza vegetativa y de los progresos morales y sociales que hacemos, para salir del molde colonial que en La Plata ha sido dejado, para inventar habitantes con moradas modernas.



(1) - Sarmiento consolidará las bases de una educación pública y gratuita para todos los sectores sociales, trae la idea de la industrialización, moderniza los sistemas pedagógicos de enseñanza (acorde al siglo XIX), fomenta las ideas higenistas-conservacionistas con el medio ambiente y defiende los primeros derechos de las mujeres. Incluso hasta sus celebres y negativas frases contra los pueblos nativo-americanos y gaucho (propuesta de genocidio), luego se arrepiente y los establece como el verdadero origen de la argentinidad.
- Este post pudo ser realizado al Trabajo de Investigación "La Plata: Una Geografía Literaria" de José Luis De Diego (director), Verónica Delgado y Margarita Merbilhaá (recopilación de textos) y Ernesto Domenech (fotografías).
 Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de La Plata - CONICET. Malisia Editorial. Año 2019.
- Las Fotografías de época en blanco y negro corresponden a la Colección de Tomás Bradley, realizadas entre 1882 y 1885.

https://www.visitalaplata.com.ar/2019/12/ayudanos-crecer.html