Los Ginkgo Biloba
Con la llegada del otoño el paisaje urbano se tiñe con los colores de las hojas de los árboles. Pero ninguno es tan atractivo como el intenso dorado de los Ginkgo. Una especie repleta de historias que lo han transformado en un símbolo internacional de la supervivencia y la renovación.
Los Ginkgo Biloba más conocidos de la ciudad de La Plata se encuentran en el camino Iraola del Paseo El Bosque, justo rumbo a la entrada del Museo de Ciencias Naturales. Pero también puede ser apreciado en la Plaza Moreno, Plaza Rivadavia, el BioParque y en los jardines del Observatorio.
Los Ginkgon modernos son una especie originaria de las regiones de China y Japón, clasificados recién en el siglo XVII por el sueco Carlos Linneo. Su descubrimiento y estudio fue una completa revolución para la botánica. Nadie esperaba encontrarse con un fósil vivo. Literalmente hablando, es la especie viva más vieja del mundo. Desde su surgimiento prácticamente no ha tenido grandes cambios.
Se estima que los Ginkgoales comenzaron a desarrollarse hace 270 millones de años, durante el Periodo Pérmico; en la zona norte del supercontinente Pangea. Al subdividir durante el triásico estos árboles dominaron el extinto continente de Laurasia (180-200 millones de años). Es decir que son sobrevivientes de “Gran Mortandad”, siendo la ola mayor extinción de especies del planeta.
PH: Mural realizado por © John Agnew |
Un Sobreviviente de las Grandes Extinciones
Durante todo el triásico los Ginkgon fueron una de las especies dominantes y más colaborativas en el sustento del medio ambiente. Este dominio les permitió reproducirse, crear muchas sub-especies y vivir una larga vida sin grandes sobresaltos. Ellos son testigos del nacimiento, el desarrollo y el reinado de los gigantescos dinosaurios. Se cree que su intenso aroma (similar las náuseas) era para atraer a los grandes reptiles herviros, quienes al comer las hojas desparramaban las semillas. Durante casi 180 millones de años vivieron para ver el desarrollo de los reptiles, aves, insectos y mamíferos. Incluso vieron sin mayor problema las fracturaas de Laurasia y Godwana, quienes fueron la base de nuestros continentes. En Argentina se encontraron restos fósiles de la sub-clase Ginkgon Karkenia, el cual vivió durante el cretácico.
La historia podría terminar feliz, bonita y sin sobresaltos; pero hace 65 millones de años comenzó una nueva extinción masiva. El culpable sería el famoso asteroide que mató a los dinosaurios y que dejó un gran cráter en la Península de Yucatán. De las decenas de especies surgidas a partir del pérmico y el triásico, solo una logró sobrevivir a este catastrófico proceso: el Ginkgon Biloba. Y para empeorar las cosas, con el resurgir de la vida, debió competir con el surgimiento de los árboles modernos que tenían flores más grandes, colores llamativos, semillas resistentes y hojas con nervaduras fuertes. Estas desventajas lo llevaron a perder terreno frente a sus vecinos hasta quedar al borde de la muerte.
Un Símbolo para la Humanidad
Probablemente la presencia del ser humano sea uno de los motivos que favoreció a que sobreviva y recupere parte de su esplendor. Por la belleza de sus hojas doradas se transformó en un árbol de culto para las culturas asiáticas. Desde entonces su cultivo tiene funciones ornamentales, farmacológicas y de culto.
En China es considerado el Árbol Nacional y un símbolo botánico de la dualidad el mundo, similar al reconocido Ying-Yang. También es venerado como sinónimo de sabiduría y longevidad, pues se estima que pueden vivir unos 2500 años.
Los budistas también valoran mucho los Ginkgon, por lo cual es muy común verlos adornando los ingresos a los templos, en abierto contraste con los cerezos y las higueras. Esto condición lo hizo protagonista de una trágica página de la historia humana: El 6 de agosto de 1945, cuándo se lanzó la Bomba Atómica sobre Hiroshima. Esta arma de fisión nuclear generó una esfera de ígnea de 270 metros y una ardiente onda expansiva que arrasó todo en un radio de 1,6km de distancia. O mejor dicho, casi todo. Resulta en ese espacio había un templo budista, y en su puerta un Ginkgo Biloba que se mantuvo en pié. No solo fue de los pocos objetos resistió el devastador bombardeo y la posterior lluvia radioactiva; sino que además al año siguiente comenzó a florecer nuevamente. De este modo se transformó en un espacio de veneración y en un símbolo del renacimiento. En sus pies hay una placa que pide “No más Hiroshimas”.
Todos los Ginkgo Biloba platenses son ejemplares relativamente jóvenes que transitan su vida sin mayores adversidades. Pero por dentro tienen la huella de la evolución y supervivencia de a vida en la Tierra. Son testigos de dos de las cinco extinciones masivas que tuvo nuestro planeta y del arma más aterradora creada por el ser humano. Por esto mismo, después de luchar durante 270 millones de años, este fósil vivo es conocido como “El Portador de las Esperanza”.