1893 - Choque de Revolucionarios – Parte 1
¿A dónde reside el Poder? se preguntaba Lord Tyrion en la serie Games Of Thrones. Una pregunta muy válida para comprender la Revolución de 1893, cuando cuatro sectores se disputaron la Casa de Gobierno. Una historia plagada de promesas, traiciones, rebeldes, legalistas, oligarcas y militaristas. Una página dónde incluso la Provincia de Buenos Aires estuvo al borde de quedar totalmente disuelta.
Una promesa Incumplida.
El 29 de julio de 1890 la Revolución del Parque había sido vencida, pero la gestión del Presidente Juárez Celman estaba herida de muerte. Detrás de si dejó un país en ruinas por la mega crisis económica, la cuál incluyó la quiebra del Banco Nación. De este modo asumió el Dr Carlos Pellegrini, quien recibió un préstamo de los sectores oligárquicos para saldar los próximos vencimientos de deuda externa y salir del default. Pero este favor tuvo su precio, en las elecciones Presidenciales de 1892 ellos elegirían los candidatos, los ganadores y los gabinetes.
En la Provincia de Buenos Aires las cosas no marchaban mejor, sino más bien lo contrario. En mayo de 1890 el gobernador Máximo Paz; conocido por su hipercorrupción y ahogar presupuesto de la ciudad de La Plata; entregó el mando a su cuñado Julio A. Costa. Llegadas las elecciones de 1892, anunció su respaldo al Dr Roque Sáenz Peña y atrajo el compromiso de otros cinco gobernadores (Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Córdoba y Santiago del Estero).
En Capital Federal, preocupados por el poder que recuperaban las provincias; los ex Presidentes Mitre, Roca y Pellegrini cerraron un nuevo acuerdo electoral. Juntos orquestaron una Lista para fracturar al Partido Modernista (sub rama del PAN) y vencer a la Unión Cívica Radical.
Lejos de las sorpresas, la boleta ganadora fue la oficialista, encabezada por el Dr Luis Saenz Peña y José Evaristo Uriburu (tío del militar golpista de 1930). El Presidente electo era un político de carrera, pero con 70 años y sin base propia. Es decir que su triunfo se debió a dos factores. En primer lugar, el modernista Roque Saenz Peña retiró su candidatura para no competir contra su padre. Mientras que en segunda instancia, esta "Fiesta de la Democracia" no tuvo nada de democrático. El voto era cantado, se detenían a los opositores y además Carlos Pellegrini había declarado el "Estado de Sitio". Con gran parte de los dirigentes presos, la UCR llamó a un boicot nacional. Finalmente solo votó el 2% de la población, y el 95% del Colegio Electoral quedó en manos del oficialismo.
La fragilidad de la gestión de Luís Peña quedó demostrada en lo efímero que fue su gabinete: en menos de un año renunciaron 20 ministros. Poco a poco los gobernadores comenzaron a organizar sus propias milicias frente a las rebeliones e intervenciones federales. Su única estabilidad provenía del eje Mitre-Roca-Pellegrini, pero tampoco eran precisamente muy confiables.
Los Complot.
Si algo no le faltaba al Dr Luis Saenz Peña, eran los complots en su contra: radicales, roquistas, mitristas y hasta costistas. En los primeros días de julio de 1893, impotente para resolver la crisis política, Sáenz Peña decide renunciar; pero sus mentores (Mitre, Roca y Pellegrini) se oponen. De este modo, el 5 de julio de 1893, busca ayuda en el santafesino Aristóbulo del Valle, a quien nombra “Ministro de Guerra” y le encarga la conformación de un nuevo gabinete. Una etapa que fue conocida como el "Ministerio de 36 días".
En efectos prácticos, Del Valle fue quien gobernó la Nación con el objetivo de una reparación institucional. En primer lugar ordenó el desarme absoluto de las milicias provinciales porque violaban el Artículo 108 de la Constitución Nacional. De este modo esperaba restituir el monopolio de la fuerza militar y evitar nuevos levantamientos. Esto afectó principalmente a las provincias de Corrientes y Buenos Aires. Su segundo acto fue más polémico y fatal.
Junto al Ministro de Hacienda Mariano Demaria, el 19 de julio intervinieron el Banco de la Provincia de Buenos Aires bajo un plan “moralizador” y contra de la corrupción. Esto permitió descubrir un entramado de negocios ilícitos encabezados por el propio gobernador Julio Costa: venta de tierras públicas, contrataciones irregulares y contrabando de armas. Todo se encaminaba hacía un proceso judicial e intervención federal.
En paralelo, los radicales Alejandro Alem y Bernardo de Irigoyen se reunieron con Del Valle. Aprovechando el descontento popular, el viaje de Pellegrini al interior del país y la debilidad presidencial; le propusieron realizar un Golpe de Estado. Pero el Ministro de Guerra se negó para “no sentar un funesto precedente”. Además tampoco lo veía coherente siendo parte del mismo gobierno a deponer.
Mientras que en Capital Federal ocurrían las negaciones, en las provincias se preparaban las armas. Además, el radicalismo bonaerense tenía un plan muy diferente. Encabezados por Hipólito Yrigoyen y Marcelo Alvear, pretendían generar una masiva intervención federal en las provincias, desbaratar el poder de Roca-Pellegrini, modificar la Ley Electoral y convocar a elecciones Presidenciales.
Por su parte Bartolomé Mitre convocó a la Unión Cívica Nacional para dar un Golpe de Estado en la Provincia de Buenos Aires. Y ni lento ni perezoso, el gobernador Julio Costa también movió sus fichas para forjar alianzas defensivas e iniciar un Golpe contra Luís Saenz Peña.
Los Sucesos.
Durante la madrugada del 29 de julio de 1893 comenzaron los primeros movimientos. Las boinas blancas se asomaron a las calles en pequeños grupos hasta las casas dónde se guardaban las armas. En la ciudad de La Plata se había designado un domicilio secreto en 36 y 115, pero los militantes encabezados por Juan Guezález, Miguel Gutiérrez y Luís Monteverde no pudieron acceder. Peor aun, a las pocas horas todos los dirigentes locales detenidos por orden del gobernador que ya sabía del movimiento sedicioso. Sea por desorganización o desbarajuste, el primer movimiento en La Plata se frustró. Pero por el contrario, el levantamiento fue exitoso en 80 de los 82 distritos bonaerenses. También se sublevaron con éxito las provincias de San Luís y Santa Fé.
Durante los primeros instantes Julio Costa organizó la defensa del microcentro con ayuda del Coronel Ramón Falcón (Represor de la Semana Roja – 1909). También nombró una Junta Ejecutiva de Guerra encabezada por Miguel Goyena y los vocales Domingo Rebución, Sebastián Casares y Guillermo Nunes. Por su parte Rafael Hernández fue nombrado Jefe del Detall y Alberto Huergo como Comisario de Guerra.
Lo primero fue instalar cantones defensivos la Casa de Gobierno, el Ministerio de Hacienda, la Estación de Ferrocarril (Pasaje Dardo Rocha), el Colegio Nacional, Palacio D’Amico, la confitería de 7 y 55, el Club Hípico, en la esquina de 3 y 42 y en los bancos Provincia, Hipotecario e Italia. Para cubrir los puestos se convocó a las fuerzas policiales y militantes. Además el gobernador firmó un decreto para que todos los empleados públicos asistan a defender los ministerios bajo la amenaza de despedirlos. Pero esta gran convocatoria terminó por ser hueca. Pasadas las primeras 48 horas, el Jefe de la Policía Carlos Gaudencio comunicó que las fuerzas reunidas se componían por 250 efectivos y 100 empleados públicos / vecinos. Una asistencia muy débil si consideramos que la ciudad tenía cerca de 62.254 habitantes, de los cuales unos 3.663 trabajaban en la administración pública en 1890.
Un dato de color es que para organizar las defensas el Gobernador intervino la Tesorería General, y mediante dos decretos ordenó la entrega de 400 mil pesos al señor Ignacio Córdoba. Con estos fondos se debía cubrir los gastos operativos. Curiosamente los pagos se hicieron el 4 y 7 de agosto por un monto de 355.150 pesos; ósea que $64.850 desaparecieron en el camino. Del total restante, unos $240 mil llegaron a las manos de quienes organizaban la logística y defensa; mientras que otros $73 mil se habrían utilizado en “gastos extraordinarios” y “comisiones de carácter reservado”.
La Unión Cívica Nacional (Mitre), comandada por los experimentados General Manuel Campos y Coronel Franklin Rawson tomaron las Barracas del Sud, Chivilcoy, Quilmes y Berazategui. Junto a sus 2000 milicianos avanzarían sobre La Plata utilizando las vías del tren.
La vereda radical era aun más peligrosa. Luego de triunfar en la mayoría de los distritos, las fuerzas de Hipólito Yrigoyen y Marcelo Alvear comenzaron a congregarse en Temperley, dónde establecieron un Cuartel General. En pocos días se reunieron 66 delegados y 8000 combatientes. Esta cifra aun podría crecer porque habían quedado guarniciones locales y aun llegaban nuevos adherentes.
Mientras se reposicionaban las unidades triunfantes de cada bando, se abrieron las primeras negociaciones. El gobierno nacional, por consejo del Ministro Del Valle, adoptó una postura neutral en la provincia y atenta en Capital Federal. El ex Presidente Julio Roca, desde la intransigencia, se encargó de la represión en las provincias y dentro de las Fuerzas Armadas. El gobernador Julio Costa acordó con Alejandro Alem y Bernardo de Yrigoyen una acción conjunta “radical-modernista” para sustituir al gobierno nacional; pero Alvear e Yrigoyen eran los Jefes Revolucionarios y se negaron.
El 4 de agosto el gobernador bonaerense decidió concentrar sus mejores tropas, bajo las órdenes del comandante Falcón, en el cruce de Ringuelet. Se presuponía que aquí si o si deberían confluir las dos columnas revolucionarias. Además también se dañaron los puentes y vías. La maniobra era arriesgada porque para esto debió desproteger el casco urbano y los barrios periféricos, dónde ya había 215 detenidos en manos de la justicia y otros 68 por orden ministerial.
La situación se hacía insostenible. El desabastecimiento comenzó a sufrir efecto. Los familiares de los altos funcionarios públicos habían huido hacía Capital Federal con todo lo que pudieron cargar. Fue entonces cuándo el General Francisco Bosch (roquista) le propuso al ministro Del Valle viajar hasta Punta Lara en la cañonera “Constitución” y exigir la renuncia de Julio Costa. En paralelo el ex gobernador y fundador de la ciudad, Dr Dardo Rocha, intentó reunir a todos los ex mandatarios bonaerenses para exigir la renuncia de Julio Costa y quedar a disposición de la Nación. Esta segunda opción no prosperó por las objeciones, intereses y temores de algunos invitados.
El General desembarcó durante la madrugada de 5 de agosto y se dirigió a la Casa de Gobierno. Luego de un día cargado de tensión, esa misma noche Julio Costa presentó su renuncia a la Legislatura y se embarcó para abandonar el territorio. Y volviendo a los datos de color, uno de sus acompañantes fue Guillermo Nunes, quien había recibido 55 mil pesos para “gastos extraordinarios” durante la rebelión.
La tensión La Plata era máxima. Las tiendas estaban cerradas. Los sospechosos eran detenidos. Se prohibieron las reuniones mayores a cuatro personas durante el día, y de 2 personas durante la noche. También estaba prohibido subirse a las azoteas, miradores y balcones altos. Solo se podía ondear banderas argentinas o de la Cruz Roja.
Se podría pensar que la renuncia de un gobernador corrupto in extremis, y vil traidor hasta con sus aliados, traería paz y organización. Pero no, no es lo que pasó. El vice Gobernador y Presidente del Senado, Víctor del Carril, tras dudar durante todo un día, también renunció. Y en conocimiento de la doble acefalía, esa tarde del 7 de agosto, los Ministros Nacionales Del Valle y Quintana se embarcaron en las torpedera “Maipú” y bombardera “Bermejo”. Estaban al frente de 600 efectivos profesionales de los Batallones 9 y 12 de Infantería.
Con una Provincia doblemente acéfala, la UCR y la UCN se apresuraron su carrera hacía La Plata.
La Unión Cívica Nacional ordenó un avance hasta el centro de La Plata. El 8 de agosto, a las 13 horas, se enfrentaron las tropas del General Campos contra las del Coronel Falcón y De la Serna. Si bien los defensores eran menos, había encontrado excelentes lugares de guarnición. Durante dos horas se intercambiaron disparos y escaramuzas; pero ninguna acción se volvía decisiva. Desde el centro de la ciudad se escucharon los fogonazos y comenzaron a llegar los primeros heridos.
Sumergidos en la incertidumbre y en la violencia desatada, el Vicepresidente del Senado Guillermo Doll asumió el mando de la Provincia por decreto. Nombra ministros, recorre los cantones céntricos y abre las negociaciones con el mitrismo. Así alcanzaron un nuevo acuerdo: juntos frenarían a los radicales. Esto implicó que se había roto el acuerdo de no agresión entre Campos e Yrigoyen. Falcón se quedó en Ringuelet para frenar el primer avance, mientras que Campos defendería Tolosa desde el margen del Arroyo del Gato. Además, si las cosas salían mal, la Unión Cívica Nacional avanzaría sobre la Casa de Gobierno para tomar el Poder antes que el radicalismo. El plan era perfecto, sin fisuras, pero en esta historia siempre hay peros.
El enorme ejército radical se movía lento, pero su política no. A las 14 horas, los 66 delegados de la Junta Revolucionaria (UCR) nombraron al Doctor Juan Carlos Belgrano como “Gobernador Provisional”. Inmediatamente el Dr Adolfo Mountier viajó hasta Ensenada para entrevistarse con el Ministro de Guerra Del Valle y exigir la rendición de la Provincia, pero este reafirmó su neutralidad. Acto seguido Mountier también se encontró con el gobernador Doll para exigir la rendición de la ciudad antes de las 17 horas.
Tras consultar a otros sectores, a las 19 horas el gobernador tomó una decisión y partió directo al Puerto de Ensenada. Lo acompañaba su ministro de gobierno julio Fonrouge y el Juez de Corte Suprema Provincial, Dr Dalmiro Sáenz. Lisa y llanamente le notificó al Del Valle que renunciaba a su cargo, disolvía todo el Gobierno Provincial y entregaba todo el control al Gobierno Federal. Dicho de otro modo, no había nadie que quiera hacerse cargo y se procedía a eliminar las instituciones. Ante el imprevisto y peligroso momento, Del Valle solicitó que todo quede registrado en un acta redactada por el propio Fonrouge.
Del Valle y Quintana le ordenaron al General Arias que movilice sus 600 hombres hasta el centro de La Plata y que asegure los puntos clave (ministerios, telégrafo y ferrocarril). Mientras tanto se disolvieron todos los cantones, se ordenó un desarme generalizado y se puso en libertad a todos los presos políticos.
Pasadas las 20 horas, el Ministro de Guerra logró comunicarse telegráficamente con el Ministerio de Hacienda de la República para notificar todos los sucesos y planes: la entrega del poder provincial, el desarme de las milicias gubernamentales, el armisticio con las dos facciones rebeldes y las intenciones radicales de continua el avance para tomar el Mando. El Dr Demaria y el Presidente Luís Sáenz Peña convocaron a una reunión de gabinete que duró más de tres horas. La resolución fue respalda el plan de Del Valle: reconocer el triunfo revolucionario y legitimar la asunción de Juan Carlos Belgrano como nuevo Gobernador Provisional.
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