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Los Jáuregui - Hermanos de Lucha

Visita La Plata | 5:35 |

Luego del retorno a la democracia, fue necesario reconstruir las libertades, los derechos y la integración social. Pero este camino no fue ni es fácil, principalmente para las personas LGTBI+. Tristemente, después de cuatro décadas, se siguen escuchando y viendo expresiones homofóbicas y en contra de la ESI; pero sin dudas algo hemos avanzado. En parte esto fue gracias al inmenso trabajo de los hermanos Carlos y Roberto Jáuregui.

Casi con la primavera, el 22 de septiembre de 1957 nació en La Plata Carlos Luís Jáuregui, y tres años más tarde, un 12 de agosto, lo hizo su hermano Roberto Mario. Siendo hijos de Carlos José Jáuregui (abogado) y Elsa Guás (maestra primaria), vivieron cerca de la actual Plaza España. Por ese entonces era un barrio de clase media muy influenciado por la inmigración italiana. Además de su padre les cantaba La Marsellesa e historias sobre la Revolución Francesa.
La primera mitad de los años 60 trajo una leve democracia y apertura de las libertades individuales, pero el veranito duró poco. En 1966 el Presidente Umberto Illia fue derrocado por un régimen militar conservador y ultracatólico, incluso para los cánones del momento. Junto a esta ola de represión también volvieron a nacer los mitos y las teorías conspirativas sobre las conductas morales/inmorales. Pero esta nueva corriente  oscurantistas no afectó al microclima de los hermanos Jáuregui.

“Roby” fue el primero en hacer valer sus derechos a partir de una anecdótica historia infantil contada por Carlos. A los 9 años pidió que le compraran un muñeco del célebre Topo Gigio, pero sus padres se negaron porque lo consideraron un juguete “para nenas”. Lejos de resignarse, no solo insistió hasta obtenerlo, sino que también comenzó a fabricarle vestidos, lavarle el pelo con shampoo y peinarlo.
Por su parte, en 1963 Carlos ingresó al Colegio Arzobispal José Manuel Estrado. Aquí completo la primaria  y la secundaria, mientras que en paralelo comenzó a estudiar idiomas en la Alianza Francesa. En 1975 ingresó a la carrera de profesorado de historia de la Universidad Nacional de La Plata, dónde no tardó en destacar por su conocimientos. Un camino que además lo llevó a especializarse y ser ayudante en cátedra en “Historia Medieval” (1977-1980). Tal vez, como lo menciona su biógrafa Lic. Mabel Bellucci, fue influenciado por clima de una ciudad “pueblo” con grandes palacios góticos. Además en su libro menciona como sus compañeros (Alfredo Triana y Willy Vigo) lo recuerdan como “un militante cristiano tercermundista que adhería al pensamiento del Vaticano Segundo, a Puebla y a Medellín” (…) “No era un militante en el sentido tradicional, pero se entregaba de lleno a las ideas y las acciones que surgían”.

Reconocible por sus grandes anteojos y los cigarrillos negros, se recibió de Profesor en 1979. Al poco tiempo comenzó a dar clases de Historia Argentina de la UNLP y en el Instituto Profesional San Pablo. También logró el cargo de Instrucción Cívica en el Colegio San Marón de Buenos Aires. Finalmente a principio de los 80 pudo ahorrar lo suficiente para viajar hasta Francia. No solo una tierra de sueños, sino también fue el sitio dónde encontró una misión.

    

En París realizó un posgrado de Historia Medieval en la École Pratique des Hautes Études (Universidad). Pero la enseñanza más grande la obtuvo en las calles. El 4 de abril de 1981, en vísperas de las elecciones presidenciales, se realizó la Primera Marcha del Orgullo de nivel Nacional en toda Francia. Se estima que participaron más de 10 mil personas. Carlos, con los ojos llorosos como nunca, comprendió que el Mundo podía y debía ser diferente. Tras esa movilización, François Mitterrand ganó la Presidencia e inició una carrera por la despenalización absoluta que pesaba sobre la comunidad LGTBI+. Incluso dejó de ser considerada “una enfermedad” o un motivo para perder bienes hereditarios y empleos. El Colectivo había logrado sus primeros grandes logros con la Revolución Francesa de 1791, pero los había perdido durante el Gobierno de Vichy (filonazi – 1940/44).

Luego de recorrer y perfeccionarse por Europa, viajó a Nueva York dónde se enteró de la “nueva enfermedad”; peyorativamente llamada “peste rosa”. Sin dar muchas más vueltas, en 1982 volvió a la Argentina con un objetivo claro: luchar por los derechos del colectivo LGTBI+ y en contra del HIV. Inicialmente retomó la docencia en la UNLP, pero luego cambió por la Universidad de El Salvador (privada-católica) para poder vivir en la Ciudad de Buenos Aires, junto a su padre y hermano.

Roberto Jauregui había armado su vida a partir de su carismática voz ejerciendo como un periodista y actor. Se caracterizaba por la precisión de sus palabras, la fina ironía y el dramatismo esperanzador. Era un paladín contra las injusticias, pero principalmente contra la tristeza y la desesperanza.
Juntos una vez más, los hermanos Jáuregui fueron parte de esa inmensa camada de argentinos que votó por primera vez en 1983. Cómo no había hecho el cambio de domicilio, viajaron hasta La Plata e hicieron la fila desde la madrugada. Entre la ansiedad y la emoción, se encontraron con la mamá de Fernando, un amigo del barrio que había desaparecido en 1977. Carlos recordó que ella se arrojó a sus brazos llorando y diciendo “Estoy con las madres” (…) “Estoy tan sola, ahora” (…) “pero lo único que puedo hacer es seguir adelante, buscándolo”.

Los paralelos entre la historias de Argentina y Francia eran demasiados. En nuestro país la penalización contra el Colectivo había terminado en 1903 con la aprobación de la Ley 4189. Pero luego un escándalo mediatizado dentro del Ejército (1942) resurgieron los discursos homofóbicos y los edictos policiales. Peor aun, en 1946 el gobernador bonaerense Coronel Domingo Mercante (PJ) aprobó la Ley 5109 dónde se les prohibía el voto por razón de indignidad (Art 3 Inc L). Desde entonces la escalada de discriminación, persecución, penalización y hasta asesinatos no había parado de crecer.
El 22 de marzo de 1984, la División Moralidad del Departamento Central de la Policía Federal, llevó a cabo una razia en un bar llamado Balvanera. Se detuvo a cincuenta personas por su condición de homosexualidad. A los pocos días, el 17 de abril, se convocó a una asamblea abierta en la discoteca porteña Contramano. De este modo Carlos Jáuregui y un reducido grupo decidieron formar la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). 

Carlos entendió que la mayor herramienta de lucha que tendrían sería visibilización en un contexto político de apertura interior y de gran expectativa exterior. Salir del closet en público demostraba una existencia y un orgullo que muchos intentan oprimir. Además el gobierno del Dr Alfonsín tenía asumido un compromiso internacional con los organismos DDHH. Al poco tiempo llegó el gran batacazo. Los llamaron de la Revista Siete Días para una nota de investigación que saldría en tapa: “El Riesgo de ser Homosexual en Argentina”. Por primera vez una pareja LGTBI+ saldría abrazada y reconociendo su condición: Raúl Soria (24) y Carlos Jáuregui (26). El impacto en fue avasallador. Al poco tiempo también se publicó una solicitada en el diario Clarín titulado: “Con discriminación y represión no hay democracia”.
En paralelo, el 20 de septiembre de 1984 CHA se movilizó junto a otros organismos de DDHH y entidades para la entrega del informe “Nunca Más” sobre la desaparición forzada de personas durante la última dictadura militar. No solo respaldaron el proceso político de “Verdad-Justicia-Memoria”, también encabezaban una batalla propia por las al menos 400 víctimas LGTBI+. En aquellos años oscuros, la homosexualidad no solo era un símbolo de inmoralidad, también eran vistos como una amenaza y un agravante para el ensañamiento en los actos de torturas y asesinatos (al igual que ser judio). El informe de la CONADEP no tuvo un capítulo específico destinado a este tema. Pero tampoco era posible borrar verdades como el ataque del “Comando Cóndor” (paramilitar) contra Teatro El Nacional (22-7-82) luego de difundir que  iba “a acabar con teatros de revistas y homosexuales”. (Libro de Osvaldo Bazán).

    

La dictadura había terminado; pero los prejuicios, la discriminación y la persecución contra el Colectivo seguían vigentes. Los partidos políticos y las instituciones estaban divididos ante este tema. El miedo a un nuevo golpe empeoraba, con todo lo que eso implica. Y por si no fuera poco, desde 1982 el HIV estaba presente en la Argentina. Una de las víctimas del virus fue Pablo Azcona (1988), la pareja de convivencia y gran amor de Carlos. Esta pérdida lo hundió en una profunda depresión. Peor aun, la familia de Azcona le arrebató el departamento aprovechando que no existía el matrimonio, la unión civil ni la repartición de bienes para las parejas no-heteronormativas.
El desinterés por el tema se puede resumir en una triste realidad: solo había dos médicos infectólogos dedicados al tema en el Hospital Fernández. También se carecía de insumos y presupuesto para los tratamientos que costaban de miles de dólares. Ante esta dramática situación, los doctores Dr. Pedro Cahn y el Lic. Kurt Frieder crearon “La Fundación Huésped”. A esto se sumaba un contexto de estigma y discriminación hacia quienes tenían el virus y también hacia quienes lo trataban.

Una de las primeras personas en acercarse a la Fundación fue Roby Jáuregui. Luego de dar positivo, no tenía un sueldo que le permitiera pagar el tratamiento, y su condición física iba empeorando. Llegó a perder hasta la mitad de su peso, bajando de los 89 a 43 kilos. Muchas personas se alejaron por miedo mientras resonaban frases como “algo habrás hecho”, “te lo merecías” o “sos un pecador”.
Pero casi como un acto de poesía, Roby no se rindió. No solo buscó la ayuda correcta en la figura del Doctor Cahn, sino que además se convirtió en la voz de todos. Él había logrado salir adelante, pero muchos otros no sabían ni se animaban. Por eso mismo usó lo que tenía: su imagen. Roberto Mario Jáuregui fue la primera persona que dijo públicamente “Tengo HIV” y necesitamos ayuda. 
Como actor, Roberto también participó en la novela Celeste. Aquí interpretó su propio rol de Roby, motivando a que el personaje Bruno Rosetti enfrente su condición. 
El valor, la fuerza y la lucha de Roberto dieron vuelta al país. Se convirtió en la cara de la Fundación Huésped y de los enfermos que no podía hablar. Recorrió las ciudades y los medios de comunicación en su cruzada por la prevención, la educación y el socorro. Fue esa primera voz capaz de visibilizar y narrar el drama, desde el dolor físico hasta el temor y el sufrimiento del alma. Contó las etapas, los síntomas, las depresiones e incluso su peor pesadilla: dejar solo a su pareja con quien llevaba 8 años de relación.

Los hermanos Jáuregui hicieron un equipo perfecto. Mientras Roby hacía su parte en área de salud, Carlos trabajo contra la discriminación en el plano legal. De este modo Carlos se encaminó a organizar la primera Marcha del Orgullo en Argentina. La fecha elegida fue el 2 de julio de 1992, en consonancia a las que se realizaban en otros países. Fue una movilización histórica hasta la Catedral de la Ciudad de Buenos Aires dónde chocaron varios sentimientos; desde el amor y la unión hasta el miedo por lo que podría ocurrir durante y después de la movilización.
Para este entonces Carlos se había alejado de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) por grandes diferencias internas. En 1991, junto a  César Cigliutti y Marcelo Ferreira, fundaron “Gays por los Derechos Civiles” (Gays DC). Desde este lugar se buscaba dar respuestas a los problemas legales del Colectivo y militar por la derogación de las leyes y edictos penalizantes. Por culpa de estas normas se los podía detener durante 30 días si usaban ropas del “sexo contrario” o si insinuaban su orientación.

Esta Primera Marcha fue organizada junto a “Convocatoria Lesbiana”, “Transexuales por el Derecho a la Vida y a la Identidad” (Transdevi), “Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina”, “Grupo de Investigación en Sexualidad e Investigación Social”, “Cuadernos de Existencia Lesbiana”, “Iglesia Metropolitana ICM” y el “Centro de Documentación en Sexualidad”. 
Esa noche de invierno hacía mucho frío, lo cual complicaba seriamente a quienes estaban contagiados de HIV. El periodista y activista de la causa Gustavo Pecoraro recordó al Diario La Nación que al llegar había unas 100 personas, en su mayoría con máscaras blancas. No solo había miedo ante la posible detención, también se corría el riesgo de perder los empleos, la vivienda o la familia. Peor aun, el contexto nacional ya no era el mismo. El Presidente Dr Carlos Menem había firmado los indultos a la Dictadura, repotenciando los temores del pasado. Con el tiempo llegaron a ser 300 personas las que marcharon por Avenida de Mayo. Las cifras no eran las esperadas, pero Carlos se mantuvo optimista: “esta fue la primera marcha pero habrá muchas marchas y dentro de 30 años vamos a seguir marchando”. (Este 2022 se cumplen los 30 años)

Pese a la escasa asistencia, la Marcha fue doblemente exitosa. Primero se demostró que realmente se podía. En segundo lugar, casualmente estaba presentes todas las cámaras de la TV porque habían cubierto la “Carpa Blanca Docente”. Gracias a esto volvieron a ser la primera plana del debate. Al año siguiente fueron más, y luego más y más personas. Además la Marcha se cambió para el mes de noviembre porque el clima cálido favorece a la participación de las personas que portan HIV.
La reacción y repudio no se hizo esperar, lo cual dejó en evidencia la existencia de toda una maquinaria para la impunidad. La voz cantante la tuvo el Cardenal y Arzobispo de Buenos Aires Antonio Quarracino, quien dijo que los homosexuales deberían ser “encerrados en un ghetto” y que eran una “sucia mancha en el rostro de la Nación”; entre otras aberraciones. Inmediatamente Carlos inició una querella, pero la medida fue rechazada porque Ley Antidiscriminación N° 23.592 no cubre los aspectos de género e identidad sexual. Esto fue un nuevo y excelente motivo para movilizarse, esta vez en el marco de la Reforma Constitucional de la Ciudad de Buenos Aires, dónde si se logró un cambio. De este modo CABA se convirtió en la primera cuidad latinoamericana en condenar la discriminación por motivos de género y orientación sexual (Art 11)

Tanto Carlos como Roberto encabezaban una lucha contra la ignorancia, el miedo y el odio enquistado en lo más profundo de la sociedad. Cada cual siguiendo el eje de sus causas recorrieron todos los medios de comunicación, desde los más progresistas hasta los más conservadores. Siempre llevando esperanzas a unos e información a otros. Siempre hablando desde el corazón, el respeto y conocimiento. 

Los primeros debates legales se concentraron en la necesidad de ampliar la Ley Antidiscriminación, el derecho a elegir los cambios en los cuerpos y el fin los edictos policiales. Un camino que fue protagonizado por los hermanos Jáuregui, Karina Urbina y Rafael Freda; entre otros. Juntos enfrentaron al público de Daniel Hadad, Mariano Grondona y Mauro Viale. Aquí Carlos demostró una y otra vez su habilidad como orador. Desarticuló cada uno de los prejuicio contra la homosexualidad, expuso la evolución ideológica y metodológica de la persecución fascista y hasta expuso los triángulos rosados del nazismo. Incluso cuándo el Cardenal Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XIV) emitió las cartas sugiriendo a los Obispos norteamericanos que influyeran en la legislación para frenar las leyes antidiscriminatorias, Carlos respondió con la Recomendación 924/1981 del Parlamento Europeo dónde se pidió que los gobiernos garanticen el final de discriminación por motivos de género/sexualidad.

Pero tal vez el momento más emotivo de toda la lucha mediática ocurrió en 1993 en el programa “Hora Clave”. Aquel día el periodista conservador-liberal-católico Mariano Grondona protagonizó uno de los abrazos más emotivos de la televisión y de la historia nacional. Aquella noche Roberto Jáuregui estaba en la tribuna con un inmenso lazo rojo en el pecho. Luego de compararlo con French y Beruti, el conductor le pidió que explicara el significado. En menos de un minuto Roby narró que era el Símbolo Internacional de la Lucha contra el HIV. Inmediatamente Grondona se levantó diciendo “quiero tenerlo”. Acto seguido, mientras le colocaba la cinta, Roberto mencionó un afiche con la frase “Abrázame aunque tenga Sida”, y Grondona le dio un largo y genuino abrazo que se inmortalizó.

Tristemente, en los últimos meses de 1993 Roberto comenzó a tener fuertes recaídas, hasta que finalmente el 13 de enero de 1994 no pudo continuar más. Su mayor preocupación era que su muere sea considerada un motivo de desesperanza, algo que por suerte no ocurrió. Su hermano Carlos lo despidió con una emotiva carta publicada en Página/12 titulada “Así no me voy a morir”. Por un lado fue un llamado y un homenaje a la esperanza y al espíritu de lucha. Pero por otro lado también era una predicción de lo que vendría, pues él también estaba peleando contra el HIV. Falleció el 20 de agosto de 1996.

Juntos, los hermanos Jáuregui fueron pioneros y héroes dentro las luchas por la vida y los derechos sociales, principalmente para el Colectivo LGTBI+. Lamentablemente no pudieron ver materializados todos sus sueños; pero si marcaron un camino y un punto de inflexión. Gracia a ellos se logró:
- La Derogación de la prohibición al voto de las personas LGTBI en la Provincia de Buenos Aires (1990).
- Se aprobó de la Ley Nacional del Sida N°23.798/1991 para la prevención, asesoramiento, atención, cuidados y educación en función de la enfermedad. También establece un marco contra la discriminación.
- Se sanción de la Ley Nacional N°24.455/1995 para que las Obras Sociales cubran los gastos médicos de los enfermos de HIV.
- La penalización de la discriminación de género y orientación sexual (Art 11) dentro de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires (1996).
- Derogación de los edictos policiales y reemplazo por el Código Contravencional (1998)
Con el paso de los años el Colectivo LGTBI+ fue logrando muchas otras conquistas legales como el Matrimonio Igualitario, los cupos laborales, más protección contra la discriminación, mayores penas para los crímenes de odio y la posibilidad de adopción. Pero aun así queda mucho camino por recorrer en material legal. Una de las deudas pendientes sigue la modificación de la Ley Nacional contra la Discriminación.

ACLARACIÓN el HIV puede afectar a cualquier persona. No hace distinción de sexo, género, identidad, etnia, credos, ideologías, nacionalidad ni edad. Cuidate y respeta la salud de los demás. 
Los Test y las Consultas son gratuitas y anónimas en los hospitales públicos.



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