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El Día que Sarmiento se Enamoró de La Plata

Visita La Plata | 2:53 |

Cuándo en noviembre de 1882 se fundó la ciudad de La Plata, la mayoría de los políticos nacionales se oponían al proyecto del Dr Dardo Rocha. Uno de estos personajes fue ex Presidente Domingo Sarmiento, pero con el paso del tiempo pudo conocer la ciudad de La Plata y se enamoró perdidamente. Sumergido en su asombro, no solo nos dedicó todo un texto, sino que además comparó orgullosamente su paseo con el consumo de opio.

Sarmiento en el Contexto Político

El ex Presidente Sarmiento es uno de los personajes históricos más complejos de la historia nacional. Por un lado era una persona extremadamente inteligente que amaba el conocimiento y el progreso; pero era extremadamente provocador para expresas sus ideas. Además a mediados del siglo XIX había una intensa lucha intelectual dentro de las ciencias, por lo cual Domingo Sarmiento a veces apoyaba una postura y luego la cambia. En consecuencia se trató de una persona que podía ser muy hostil y muy amigable, podía establecer postulados muy cuestionables y luego se retractaba haciendo totalmente lo opuesto.
Cuándo en 1880 el país se disputaba entre una guerra civil, fue Domingo Sarmiento quien creó una alianza entre el General Roca, el Dr Dardo Rocha, Juarez Celman y Manuel Pizarro. Y dos años más tarde estaba completamente peleado con todos estos funcionarios. Peor aun, Sarmiento estaba convencido que para pacificar el país había que construir una nueva ciudad capital en la Isla Martín García bajo el nombre “Argirópolis”; por lo cual se tomo muy mal la fundación de la ciudad de La Plata.

Cuándo finalmente llegó el 19 de noviembre de 1882, gran parte de los altos funcionarios públicos nacionales y provinciales se ausentaron en repudio a Dardo Rocha, quien aspiraba a la carrera presidencial. Entre los grandes ausentes estaba Sarmiento. Aun así el Dr Rocha se encargó de que todos los ausentes queden retratados en el cuadro fundacional.

Los primeros años de la ciudad no fueron nada fáciles. Al desafío de construir una ciudad desde cero, se sumó el ahogo presupuestario del gobierno nacional y las continuas operaciones de prensa. Tanto Roca como Celman hicieron todo lo posible para que la capital bonaerense no prosperara, incluso la apodaban “La Ciudad de las Ranas” o la comparaban con un desierto. Como parte toda esta agresión, también se incluyo un bloqueo en la construcción de escuela, lo cual hizo enojar a Don Sarmiento. Indignado por el ataque directo a la educación pública, Faustino Sarmiento recorrió la ciudad de La Plata, brindó fondos para la construcción del Colegio Normal I y trajo a la maestra Mary Graham.
Durante su paseo, el ex Presidente Sarmiento hace toda una alabanza, pero sin escatimar críticas a sus adversarios políticos. Por momentos el tipo de escritura del siglo XIX puede resultar incomodo y confuso; pero a lo largo de todo el texto, se puede apreciar un Sarmiento feliz y verborrágico al querer destacar las virtudes de una ciudad que apenas tenía 3 años. Narra la formas de vida, los palacios, el urbanismo y el progreso de la educación como único camino hacía la modernidad. Incluso hace una comparación futurística de la cuidad con las Pirámides de Egipto, aludiendo a la dificultad que a veces hay para vincular una megaobra con los autores.

Ensayo "La Plata"

El siguiente texto llamado “La Plata” fue publicado en el diario El Debate, Buenos Aires, 11 de noviembre de 1885. 
También fue republicado en la prensa El Nacional de 1886.
 

Volvamos a La Plata. ¿Se ha embriagado con opio alguno? ¡Pues yo sí, que todo lo he probado! Una sensación deliciosa de bienestar, en medio de una iluminación espléndida que no viene del sol pues no tienen sombra los cuerpos; sin duda que se dilata el espíritu, puesto que las calles angostas, tortuosas, los edificios de azotea, las calles pantanosas no proceden sino de la limitación de los tamaños, de la conciencia, en el sentido común. El teriaki ve ciudades con monumentos de una cuadra de alto como las Pirámides de Egipto, y puentes gigantescos, como el de Brooklyn ahora construidos por un teriacky.

Y bien, cuando me he paseado por las calles ya bulliciosas de La Plata, me he persuadido, no que yo haya bebido opio ese día pues no hice disparate ninguno, sino que todo allí, gobierno, pueblo, ingenieros, hacían la mañana con opio, y hacen todo desmesurado, colosal, como para un pueblo de gigantes. Comprendo al ver aquellos edificios en construcción, aquellas casas ya habitadas, que les están quitando los andamios como los hilvanes al vestido que estrenamos, la sorpresa de Dickens al desembarcar en Nueva York y ver niños jugando ya en la calle y algún chicuelo mamando prendido al seno de la madre. ¡Imposible! decía, que hayan nacido aquí, si no ha habido tiempo, tan lustrosas están las cerraduras, tan de fresco pintadas las puertas, tan sin acabar de rematarse los edificios; están en la vereda los cajones vacíos de los muebles recién armados.

La Plata ofrece este mismo espectáculo. Las minas de oro o de plata están presentando iguales, en lugares donde un año antes solo cazadores habían penetrado en los Estados Unidos. Encuentran un filón de metal que excita el hambre, y en la noche los aventureros se han arreglado de modo que amanezca ardiendo el fuego en los hoteles: hay casas de remate, un metodista predica parado sobre el tronco de un árbol, hay posta y se están clavando los postes del telégrafo a la más próxima ciudad, a donde se piden casas hechas, y una iglesia que debe armarse para el domingo siguiente.
En La Plata vamos a tener catedral que deje atrás a la marmórea de Nueva York, construida (ocho millones) con oblaciones públicas, y una partida que daba la municipalidad, (el ring) de ladrones en cambio de los votos de los irlandeses. (No se enoje Mr. Mulhall que aquí los irlandeses no votan, porque son de Inglaterra) “Para la patria y no para Portugal”, como se enseñaba a los loritos en tiempo de la princesa Carlota.

¡Qué majestad la de los edificios públicos de La Plata! Este es su defecto, y acaso la herencia que traemos de nuestros antepasados, como aspiración; pero lo que nos muestra los progresos que la educación pública ha hecho en tan corto tiempo, es que en todo se ha realizado cuanto se concibe de más acabado y reciente en la economía de las ciudades: luz eléctrica, calles anchas, boulevares, avenidas, diagonales, adoquinados, veredas de cuatro a diez varas; bosques que parecen seculares por lo sombríos, dan solaz, sombra y recreo a las puertas de la ciudad encantada; como monumentos, palacios para el Museo antropológico que ya es uno de los primeros del mundo, enriquecido con doscientas muestras de lasrazas americanas. Siéntese el visitante de Buenos Aires en el mundo que ha soñado, porque La Plata es el pensamiento argentino, tal como viene formándose e ilustrándose hace tiempo, sin que nadie se dé cuenta de ello… (...)

Los monumentos de La Plata están ya poblando y accidentando el horizonte, habitados unos, rematándose otros; pero de su conjunto, de las calles que disimulan su correcto empedrado bajo una capa de conchilla (¡que Dios haya la vista de los transeúntes!), de sus estaciones que repiten en doscientos metros de largo aunque en dos filas el Louvre de París, y de las líneas de palmeras de las calles y plazas, y del bosque sombrío que media entre el puerto y la ciudad, se produce una sensación única hoy en la tierra, sin la grandeza de los tamaños y de la distancia, con los detalles de los edificios públicos y privados entre los cuales no se encontraría una muralla vieja, un techo desvencijado, nada que no haya nacido ayer, bajo plan y dirección.

Los palacios de los reyes suelen estar empujando las chozas de los miserables y los grandes progresos realizados solo sirven para mostrar las enormes deficiencias, como si allegáramos la luz a rincones oscuros, húmedos y hediondos, donde se cobijan inmundas alimañas. Es hoy opinión recibida que el Egipto, con su pasmosa civilización, anterior a toda cultura humana, es sin embargo colonia de algún otro pueblo desconocido, prehistórico; porque la Pirámide más perfecta, más alta, más matemática es la primera que se ha ejecutado, siendo las otras casi degeneración de aquella. Sucedería lo mismo con La Plata; si hubiéramos de contemplarla un siglo después. Todo en ella por sus perfecciones, sus formas, su necesidad, acusaría un pueblo anterior que vino al Río de la Plata, tomó la tierra en la Ensenada internándose, fundó a Pérgamo como los troyanos al paso, o como Eneas la Roma, para poder verla en el Poliorama del Retiro. Aquello será también una vista de Poliorama.

¿Cuántos habitantes cuenta La Plata? La estadística de veinte y siete mil. Antes de que se imprima habrá treinta mil. ¡Imposible! Todo lo que sucede aquí es imposible; ¡pero así resulta del censo que se está levantando! Diga lo que quiera el censo, el Presidente, oído el informe de su bibliotecario, no ejecutó la ley del Congreso que mandaba crear un colegio nacional en La Plata, como en toda ciudad que se reputa, por no haber como mil habitantes, y no tenemos colegio nacional que tiene Jujuy con tres mil o cuatro mil habitantes y Rioja con cinco mil, San Luis cinco mil si los tiene; pero como es imposible que un Ejecutivo no ejecute una ley cuando su oficio es ejecutar aun contra informe de bibliotecario, es imposible también que Jujuy tenga tres o cuatro mil habitantes y tenga Colegio, sin que se haya puesto veto al ítem del presupuesto. ¡Doblemos la hoja! La Plata esta dominada de un espíritu hostil, que impide que el presidente venga y vea por sus propios ojos. El bibliotecario consultó naturalmente el censo de 1869 y encontró Ensenada con 575 habitantes y dándole de barato Tolosa, y lo que habrá andado desde entonces, el bibliotecario cumplió con un deber estricto de bibliotecario, que cita el texto y la página de un libro a su custodia y no va a visitar aldeas en construcción, lo que no entra en sus funciones. El Presidente no necesita saber geografía instantánea, a la minute como dicen los franceses, o a la minuta como dicen los fabricantes de tarjetas o de reputaciones oficiales.

Me despido de La Plata revivido, reconfortado, pues antes de ver lo que somos, y poder conjeturar lo que seremos cuando se acaben de derrochar las tierras públicas, ya que no podemos derrocarlas, dudaba de la fuerza vegetativa y de los progresos morales y sociales que hacemos, para salir del molde colonial que en La Plata ha sido dejado, para inventar habitantes con moradas modernas.



- Este post pudo ser realizado al Trabajo de Investigación "La Plata: Una Geografía Literaria" de José Luis De Diego (director), Verónica Delgado y Margarita Merbilhaá (recopilación de textos) y Ernesto Domenech (fotografías).
 Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de La Plata - CONICET. Malisia Editorial. Año 2019.
- Las Fotografías de época en blanco y negro corresponden a la Colección de Tomás Bradley, realizadas entre 1882 y 1885.

https://www.visitalaplata.com.ar/2019/12/ayudanos-crecer.html

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