Julio López, Siempre Presente
En varios rincones de la ciudad hay un rostro que observa en silencio, a la espera de que algo suceda. No busca venganza ni nuevos horrores; solo espera por Justicia. Lo vemos las Plaza San Martín y Moreno, en el Edificio Karakachoff, en casi todas las Facultades, por la avenida 44 y en el mayor Centro Cultura de la localidad de Los Hornos. Su nombre es Jorge Julio López, siempre presente, nunca ausente.
El 18 de septiembre del 2006 no fue un día cualquiera. Después de ocho años de lucha jurídica, los Juicios por el genocidio perpetrado durante la última dictadura militar llegaban a un punto de inflexión. El asesino Miguel Osvaldo Etchecolatz estaba obligado a presenciar los alegatos finales. Por primera vez vería cara a cara a algunas de sus víctimas, y al día siguiente escucharía la condena. Pero esa mañana algo muy trágico ocurrió. El ex albañil Jorge Julio López, testigo clave de la causa, no estaba presente. Había desaparecido en el barrio de Los Hornos. Su ausencia podía demorar la última etapa del juicio; y peor aun, podía transformarse un mensaje contra cualquier otro testigo.
En 1976 Argentina sufría una inmensa ola de odio y violencia política en las calles, lo cuál funcionó como la excusa perfecta para que las Fuerzas Armadas emprendan un Golpe de Estado y una feroz acción represiva. En este contexto, Julio López, de 46 años y peronista de toda la vida, frecuentaba la Unidad Básica “La Maestre”. Conocía a varios jóvenes que militaban en la Juventud Peronista y en la organización clandestina Montoneros; pero principalmente era un albañil que había realizado varias obras en dependencias policiales y militares. A ojos de los represores era alguien que sabía demasiado y con amistades peligrosas.
En diálogo con la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Rubén López, hijo de Jorge, cuenta que a los 12 años vio como el 27 octubre 1976, entre la 1:30 y las 2:00 de la mañana, una patota ingresó por la fuerza a su casa. Los golpearon y se llevaron a su padre. Junto a su madre buscaron al párroco de la iglesia San Benjamín, quien los acompañó hasta el Regimiento N°7 (actual Plaza Malvinas), pero la única respuesta que recibieron fue la amenaza de un fusil FAL. Jorge estuvo detenido y desaparecido hasta mediado de 1979.
Tras regresar a su casa, con varias heridas mal sanadas y horribles recuerdos, Julio López se mantuvo en silencio durante casi 20 años. Celebró el retorno de la democracia (1983), pero no testificó en la CoNaDep. El cambio llegó cuándo el ex Presidente Dr Carlos Menem firmó los indultos. En absoluto secreto se relacionó con la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos y otras organizaciones. Sin avisarle a nadie, el 7 de julio de 1999 declaró como testigo en el Juicio por la Verdad de La Plata en la Cámara de Federal de Apelaciones. No solo narró sus tormentos, también fue testigo de fusilamientos y pudo identificar lugares claves para la causa.
En paralelo el país revisó y actualizó sus leyes, lo cual abrió una ventana mayor para juzgar penalmente los delitos de Lesa Humanidad. De este modo comenzó una segunda oportunidad, dónde el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de La Plata abrió una causa contra Miguel Osvaldo Etchecolatz. En 1986 había sido sentenciado a 23 años de cárcel como responsable de haber ejecutado 91 tormentos y asesinatos, pero fue beneficiado por Ley de Obediencia Debida.
La nueva Causa Etchecolatz comenzó en el año 2006. Era el primer juicio contra la Dictadura desde 1986. Y más aun, el foco no estaba sobre un represor cualquiera. Miguel Etchecolatz había sido el Director General de Investigaciones de la Policía Bonaerense, había sido la mano derecha del General Ramón Camps, dirigió 21 Centros Clandestinos de Detención y fue el culpable de la Noche de los Lápices Rotos. Su condena o absolución significaban demasiado.
El 28 de junio de 2006, en el Salón Dorado del Palacio Municipal, Julio López dio un testimonio de casi 2 horas. Esta vez lo acompañó su familia, quien por primera vez pudo escuchar su historia. Aquel pasado 27 octubre 1976 fue arrastrado de su casa y le taparon la cara con su pulóver amarillo, sin apreciar que era un poco traslúcido. Fue así que pudo grabar en su memoria algunos rostros y voces, entre ellos Miguel Etchecolatz y Hugo Guallama. Luego de continuar un recorrido de operativos, los detenidos fueron trasladados al CCD Cuatrerismo dónde recibieron las primeras torturas. A los pocos días fueron llevados al CCD Pozo de Arana, en calle 137 esquina 640. Fue aquí dónde Julio López estuvo mayormente detenido, logrando identificar a varios torturadores. También en este lugar fue testigo del fusilamiento de Patricia Dell'Orto y Ambrosio de Marco, entre otras víctimas que no pudo identificar. Los sucesos abrían ocurrido el 8 o 9 de septiembre como venganza a un ataque subversivo contra una Departamental de la Policía. Uno de los ejecutores (no identificado), descrito como gangoso, emuló al ex Presidente Perón diciendo que mataría a cinco por cada uno de ellos. Poco antes de morir, sabiendo lo que ocurriría, Patricia le dijo “López, no me fallés. Si salís… el único que puede salir de nosotros sos vos. Andá, buscalos a mi mamá o a mi papá, a mis parientes, a mis hermanos y deciles… y dale un beso a mi hija, de parte mía”.
Julio López fue uno de los pocos testigos que sobrevivió y pudo identificar el CCD Pozo de Arana. No solo logró dar precisión sobre los espacios de demostraron la existencia y funcionamiento, sino que también dio paso al descubrimiento de una zona de fusilamiento. Un lugar dónde se encontraron 10 mil fracciones de restos óseos. El procedimiento era acumular los cuerpos, dinamitarlos con granadas y finalmente quemarlos antes de ser sepultados. Algunos eran fusilados, pero muchos otros morían torturados o por las pésimas condiciones de hacinamiento. Comían solo cada dos días, no se bañaban, hacían pozos para calentarse en invierno y proliferaban los hongos, piojos y la sarna.
Tras presenciar la masacre de Arana, Julio López fue trasladado a la CCD de la Comisaría Quinta (Diag 74 Nº 2873) y luego al CCD de la Comisaría Octava (Av 7 y 74). Aquí el cambio de las condiciones fue casi total. Primero pudo bañarse y afeitarse. También comía todos los días, dormía en un colchón y hasta le permitieron salir a patio para las Fiestas. En otras palabras, lo preparaban para blanquearlo, que parezca un preso común.
El 4 de abril de 1977 el dictador Rafael Videla puso a Disposición del Poder Ejecutivo a varios detenidos desaparecidos, es decir que los legalizaba. De este modo, de la nada, Julio López comenzó a figurar como detenido dentro de la Unidad 9 (Calle 76 e/9 y 11). Originalmente iba a ser llevado al Penal de Olmos, pero no había celdas disponibles. Y finalmente, dos años más tarde, volvió a su casa. Jamás dijo una palabra sobre lo que había pasado. Tenía miedo por la seguridad de su familia y vergüenza por haber sobrevivido.
Antes del 18 de septiembre de 2006, según contó Rubén López en diferentes entrevistas, su padre estaba muy entusiasmado por volver a Juicio y mirar a Miguel Etchecolatz durante los alegatos. El domingo 17 por la noche, luego de dejar la ropa lista sobre la mesa, estuvo mirando los resúmenes del fútbol y los goles de Boca Juniors. Pero algo pasó. Cuándo su hijo Hugo se despertó a las 7 de la mañana ya no estaba. Pensaron que tal vez solo había salido a caminar, pero se hicieron las 9 y no volvía. Era demasiado raro, era una persona muy puntual y de costumbres muy precisas.
A las 10 debía comenzar el juicio, y era imprescindible la presencia de los testigos. Pero con esta noticia creció la tensión, la confusión y el miedo. La familia hizo la denuncia en la Comisaría Tercera de Los Hornos, dónde todo se convulsionó al escuchar el apellido Etchecolatz. Los abogados lograron que el juicio no se frene, la policía se movilizó para la búsqueda y los teléfonos comenzaron a sonar por toda la ciudad de La Plata. Las Facultades, los sindicatos, los partidos políticos, los organismos de Derechos Humanos y muchas ONG también se pusieron en alerta y cesaron las actividades. Todos buscaban y luchaban por Julio López. Esa misma noche decenas de miles de personas marcharon pacíficamente desde Plaza San Martín hasta Plaza Moreno. La primera movilización, pero no la última. Cada año se repite para recordar que la búsqueda y el pedido de Justicia aun continua.
Cuatro testigos lo vieron caminando cerca de 140 y 66 en la mañana del 18. En su casa faltaba un yogui que usaba para dormir, el calzado laboral, su tradicional boina y un pulóver que solo usaba para salidas importantes. También faltaba un cuchillo pequeño. Por si no fuera poco, veinte días más tarde apareció su llavero tirado en el jardín, lo cual solo sumó incertidumbres.
Se realizaron decenas de rastrillajes y pericias. Se viajo hasta General Villegas, provincia de La Pampa, dónde nació y se encuentra enterrado su padre. Incluso hubo una pericia en la provincia de Misiones luego de una falsa alarma de la Aduana que había activada por un empleado negligente (familiar de un intendente). Su justificación fue que quiso “probar”, ver lo que pasaba si ponía los datos de Julio López en el sistema. Sea por impericias, por la presión del caso, por la actividad de organizaciones pro-dictadura, por encubridores, por personas mal intencionadas, por la falta de protección a testigos, o tal vez por de todo un poco; Jorge Julio López aun no volvió. Y si bien su rostro, su boina y su pulóver ya no están; la imagen aun camina por las calles de nuestra ciudad.
El 19 de septiembre de 2006 Miguel Osvaldo Etchecolatz fue encontrado culpable de homicidio calificado, privación ilegal de la libertad calificada y aplicación de tormentos contra 8 personas entre octubre y noviembre de 1976. Fue condenado a Cadena Perpetua y sin beneficio de prisión domiciliaria porque también se demostró que durante su arresto domiciliario previo mantenía ilegalmente una pistola y una “cantidad significativa de municiones". También estuvo involucrado en unas amenazas con un arma de fuego, aunque la defensa alegó que solo era de juguete.
Con el paso de los años sumó nuevas condenas por otros juicios vinculados. Durante el proceso de “La Cacha”, en el año 2014, fue sorprendido con un papel que decía “Jorge Julio López” y “Secuestrar”.
Miguel Etchecolatz murió el 2 de julio de 2022 en la Unidad 34 de Campo de Mayo. En su contra tenía siete condenas a prisión perpetua y otros procesos judiciales en curso. Murió prácticamente solo y con el repudio semi-público de su propia ex hija, quien pidió el cambiarse el apellido en rechazo al represor.
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