Una capital planificada y vilipendiada
El 1° de mayo de 1881 el Dr José Juan Dardo Rocha asume como Gobernador y anuncia el proyecto de infraestructura más grande e importante de la historia nacional: “dar a la Provincia de Buenos Aires una nueva Capital acorde con sus glorias”. Las críticas y exigencias no tardaron en llegar. Los mezquinos intereses políticos y económicos atentaban contra la idea. Pero luego de casi 140 años de la Fundación de La Plata, podemos estar orgullosos de que fue la mejor elección; aunque algunos hoy lo duden.
Cuándo el Dr José Juan Dardo Rocha fue electo como gobernador, lo hizo con una promesa e idea muy clara: Fundar una Ciudad Capital para la Provincia de Buenos Aires. Durante mucho tiempo había sido testigo de los horrores de la persecución política rosista, la guerra civil y de la Guerra de la Triple Alianza. En esta última llegó a forar parte de la primera fila de combate; y por eso se obsesionó con la pacificación del país.
Su Tesis Doctoral (1863) es un estudio sobre la necesidad de Federalizar la Ciudad de Buenos Aires, y constituir una nueva capital bonaerense. Literalmente en el emblemático discurso del 19 de noviembre de 1882 dijo: “(…) depositamos bajo esta piedra, esperando que aquí queden sepultadas para siempre, las rivalidades, los odios, los rencores, y todas las pasiones que han retardado por tanto tiempo la prosperidad de nuestro país”.
La tarea de elegir un lugar físico no fue fácil. Todas las ciudades, grandes o pequeñas, querían tener el honor. Para algunos era importante el vínculo tradicional agropecuario, mientras que otros exigían la presencia de un puerto de aguas profundas. Había quienes proponían a que la ciudad esté cerca de la Capital Nacional por cuestiones logísticas y políticas, mientras que otros la querían lo más lejos posible. Y desde luego, también estuvieron quienes reprocharon cualquier idea porque consideraban que era mucho presupuesto para las arcas del Estado y/o atentaría contra intereses personales.
Como siempre, criticar es mucho más fácil que hacer. Antes de elegirse las tierras de la Ensenada/Tolosa como destino final, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires formó un equipo interdisciplinario de profesionales para analizar cada propuesta. Se convocaron arquitectos, ingenieros, agrimensores, médicos, políticos y técnicos. Los más conocidos fueron Pedro Benoit, Eduardo Wilde, Luis Monteverde, Ramos Mejia, Otto Krause, Rafael Hernández, Juan Martín Burgos, Emilio Coni y José Botet; entre muchos otros.
En su momento se acusó al Dr Dardo Rocha de demorar la elección del lugar, de especular con el tiempo, derrochar dinero, no cumplir con su promesa y hasta de querer ganar tiempo antes de oficializar las Lomas de Ensenada. Muchas de estas críticas se basaban en la creciente pelea y desconfianza del Presidente Julio A. Roca.
La respuesta es sencilla, era el mejor lugar. La región del Gran La Plata poseía uno de los mejores puertos naturales bonaerenses para comunicarse con el Mundo. La abundancia de arroyos y aguas subterráneas potables son vitales para cualquier ciudad que se quiera construir. Las amplias llanuras favorecen tanto a crecimiento urbano y como al desarrollo agropecuario. Y por si no fuera poco, las líneas de ferrocarril disponibles llegaban hasta Tolosa y a Ensenada; dos pujantes pueblos surgidos de la incipiente industrialización. Seleccionar otro sector implicaba perder un puerto, no tener ferrocarriles y/o elevar los costos de construcción.
Cuándo finalmente se dio a conocer el lugar elegido, las críticas volvieron a surgir. En los diarios, como El Nacional, La Tribuna Nacional y El Mosquito, afirmaban que La Plata terminaría siendo un barrio más de la Capital Federal, una ciudad fantasma o una colonia de la gran metrópolis porteña. Pero esta lluvia de malos augurios solo fue la reacción temerosa e hipócrita de algunos sectores concentrados.
Las cartas el Presidente Julio Argentino Roca demuestran la desconfianza y desprecio hacia su colega bonaerense. En más de una ocasión acusa a Dardo Rocha de pretender socavar la autoridad presidencial y de pretender usurpar ilegalmente el Sillón de Rivadavia. No por nada, el Presidente, elegido como Padrino Oficial de la Nueva Capital, se ausentó de la ceremonia fundacional. Incluso en una carta a su cuñado Dr Juarez Celman, enviada en la víspera del 19 de noviembre, afirma "Rocha es un catilina capaz de todo. Yo no me descuido y tomo medidas en toda línea".
Construir una ciudad desde cero no es fácil. Hay que superar barreras económicas, logísticas y sociales. Peor aun, la situación se agrava cuándo es los intereses políticos-electorales juegan en contra. Cuándo se planificó el trazado urbano, el cuerpo de Ingenieros y Arquitectos pensó la ubicación de las escuelas y hospitales; pero hubo algo que no pudieron prever. El Gobierno Nacional se negaba a reconocer y financiar el funcionamiento de estas instituciones. El mismísimo ex-Presidente Domingo Faustino Sarmiento denunció cómo el gobierno nacional se negaba a cumplir con la construcción de un Colegio Nacional.
Una situación similar se vivió con la fundación de la Universidad Provincial (1889), antecesora a la UNLP. Una y otra vez, el roquismo y el juarizmo trataron de ahogar presupuestariamente el desarrollo de una Casa de Altos Estudios. Un claro ejemplo de esta situación se dio en 1897, cuando el Dr Dardo Rocha ejercía cómo Rector de la Universidad. En aquél entonces debió acudir a la Suprema Corte de Justicia para reclamar la entrega de una "caja de fierro" cedida por el Banco Hipotecario y que el Poder Ejecutivo Provincial se negaba a entregar. Pero pese a estas dificultades, nuestra emblemática Universidad se mantuvo en pie y creció; comprometida y fusionada con el avance de la Ciudad.
Claramente el problema no era fracaso del proyecto fundacional del Dr Dardo Rocha; sino más bien, su triunfo.
Contra todos los pronósticos negativos motivados desde la Casa Rosada y de la Aduana / Puerto de Buenos Aires, en menos de diez años la ciudad de La Plata alcanzó los 20 mil habitantes. Este acelerado desarrollo solo se vio frenado por la crisis económica de 1890, el único periodo en el cual la ciudad reduce su cantidad de habitantes.
Literalmente se intentó "vaciarla" de habitantes luego de que el candidato rochista Nicolás Achaval perdió las elecciones de 1886. El ejemplo más claro fue como la prensa juarista se burlaba de la exigencia platense de que los empleados públicos no puedan vivir en la Capital Federal. Continuamente remarcaban cómo muchos profesionales y políticos viajaban a diario, en vez de mudarse.
Bloqueada políticamente, primero por Nación, y desde 1886 también por el gobernador Máximo Paz; la Municipalidad y las organizaciones civiles tuvieron que involucrarse de lleno en la promoción de la Salud y en la Educación. "La Casa de la Sanidad" (1884) debió firmar un acuerdo (1887) con la congregación católica "Nuestra Señora de la Misericordia", para enfrenar la ausencia provincial en materia de salud. En el antiguo y querido Teatro La Princesa se organizaron escuelas populares para que los inmigrantes aprendan el idioma castellano. La tensión entre la ciudadanía y las estructuras de gobierno estallaron durante las revoluciones radicales de 1890, 1893 y 1895; dónde incluso se llegó a desintegrar el Estado Provincial (Cinco Gobernadores en una Semana). Pero superada esta difícil instancia, el nuevo siglo trajo un meteórico ascenso hasta alcanzar los primeros 100 mil habitantes en 1914.
La región del Gran La Plata posee una de las principales Universidades de Latinoamérica, uno de los principales polos industriales del país, está rodeada por inmensas quintas que abastecen el mercado interno, un desarrollo cultural propio, redes comerciales, un moderno puerto de cargas, clubes deportivos de prestigio internacional, y hasta una jerga propia reconocida por la Academia de Letras Argentinas y la Real Academia Española.
Pasaron casi 140 años de la Fundación de la Ciudad de La Plata, y nadie con conocimientos de historia podría poner en duda el éxito del gobernador Dr José Juan Dardo Rocha. Su gran meta, la Capital Bonaerense, rebosa de vida. Es una destacada metrópolis que fusiona la vida industrial, comercial, agropecuaria, turística, académica, cultural, artística y administrativa. No es una ciudad fantasma, una colonia de Capital Federal ni un lastre económico que algunos deseaban; sino más bien, todo contrario.